El encanto de Anthony Santos es su misterio, pero también lo es su entrega hacia el público, como lo hizo aquel 27 de octubre de 2007 en Rancho Escondido de Baní. La gente no paraba de bailar bajo un gran aguacero, sin saber que se trataba de la tormenta “Noel”.“Salí juyendo de ahí”, recuerda entre risas el cantante, mientras se acomoda en los asientos traseros de su vehículo: una jeepeta blanca Lexus LX 570. Un poco nervioso, accede a la entrevista con LISTÍN DIARIO en el aeropuerto de Santiago, a su llegada de Miami el pasado lunes a las 9:00 de la noche.“Me siento bien, ya llegué a mi país. Cuando estoy fuera de él estoy extraño, pero después que llego mi corazón vuelve en sí otra vez”, dice.
Mi público está acostumbrado a verme crecido como el arroz blanco El intérprete lleva una gorra de los Yankees, una camiseta blanca, unos jeans, y su humildad al hablar.Sin embargo, su histrionismo es increíble. En el escenario deja a un lado la sencillez, y lo reconoce. via listin
Mi público está acostumbrado a verme crecido como el arroz blanco El intérprete lleva una gorra de los Yankees, una camiseta blanca, unos jeans, y su humildad al hablar.Sin embargo, su histrionismo es increíble. En el escenario deja a un lado la sencillez, y lo reconoce. via listin
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